
Creo en el tiqui, mi único dios, y también en el taka, la religión verdadera.
Me gusta que ganen los buenos a todo; mi simpatía por el mal termina en el minuto 7 y cuarenta y tres segundos de canción.
Hace tiempo que los únicos huevos que concibo con el fútbol son rotos y con jamón.
Soy bajito porque El Sabio me hizo así.
Creo en los imposibles porque en los colchones que nacen junto al río no está permitido soñar con otra cosa.
Disfruto viendo a Piqué saludando de lejos y, si tuviera que elegir entre el filósofo y el traductor para vivir una tórrida experiencia sodomizante mi respuesta sería muy franca (con perdón): què més es podria demanar?
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