lunes, 22 de noviembre de 2010

Apalizados

Perdimos, sí; y además, lo hicimos con estrépito.
¿Pasa algo?
El partido del pasado jueves no era de nuestra liga y punto.
Nos encontramos como Belén Esteban debatiendo con Antonio Gala sobre literatura francesa del siglo XIX: fuera de ambiente y con poco que decir.

Lo peor de todo: la lesión de Bambasten.
Regresaba a los terrenos de juego tras un infructuoso devenir por las mesas en las que se juega al mus de manera profesional, cuando el muro izquierdo del menisco central de su rodilla izquierda (esquina con Leganitos 32) se le vino abajo como Fredo entre los brazos de Michael.
El Doctor Camisinha, jefe de los servicios médicos del club, no se ha pronunciado al respecto aún pero, de momento, le ha recomendado sopitas calientes.

Deportivamente, aguantamos hasta que yo pedí el cambio por primera vez.
Una vez que el equipo se vino abajo, pese a que regresé al terreno, ya no lo pude levantar.
Qué importante es que los bajitos estemos bien rodeados.
De todos modos, a Pelé le pasó lo mismo cuando se marchó al Cosmos estadounidense, así que no me frustro.
Los chavales, poco a poco, se van fijando en mí.
Destacamos también la pose y actitud de Xabi Marín en la portería, un coloso toda la noche, la misma que despliega en las obras del barrio cuando comparte sus conocimientos con los obreros (ver imagen que acompaña el artículo, extraída del album Jubiletas en acción), criticándoles en la cara si eso que están haciendo se creen que es un encofrado en condiciones.
Todo un fenómeno, también a pie de obra.

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